Una y otra vez tenemos la ilusión de que podemos sentarnos con quienes nos atraen de toda la vida, precisamente con lo que se llama gentes sencillas, que, como es natural, nos imaginamos siempre totalmente distintas de como son en verdad, porque, si nos sentamos realmente con ellas, vemos que no son como pensábamos y que no somos en absoluto de los suyos, como nos habíamos convencido, y en su mesa y en su centro sólo recibimos los temidos desaires, que sentimos consecuentemente cuando nos hemos sentado a su mesa y creído que pertenecíamos a ellas o que podríamos sentarnos impunemente con ellas aunque sólo fuera el tiempo más breve, lo que es el mayor de los errores.
  • Arequipa
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