Hola, te dejo un trocito de una novela que estoy escribiendo y que te reto a leer. Salen relaciones más tóxicas que la central de Chernobyl en pleno ¡BUM!, amor juvenil, bullying y una protagonista con un lado oscuro...
—Lucía Jones... y... —hace una pausa dramática mientras revuelve los papelitos— Isabel Vidal.
¿Isabel? ¿Quién demonios es Isabel?
Miro alrededor, buscando alguna pista. Y entonces la veo: la callada del fondo. Siempre sentada en la última fila, con el pelo oscuro recogido en una trenza y los ojos clavados en la libreta. Es discreta. Nunca habla. No levanta la mano. No participa. Y si no me equivoco, es la única persona de la clase con la que nunca he intercambiado una sola palabra.
Perfecto.
Yo, que siempre he terminado trabajando con Charlie, el repetidor buena gente que se encarga de todo cuando yo colapso, voy a tener que hacer equipo con alguien de quien apenas sé el nombre.
Maravilloso, Lucía. Seguro que esta vez todo sale genial.
Una notificación ilumina la pantalla de mi móvil, vibrando en mi mano justo cuando estaba a punto de guardar el teléfono.
Nos vemos en la biblioteca. A las 13:30.
Frunzo el ceño. ¿Quién...? Ah. Isabela. O Isadora. La callada del fondo. Vaya velocidad de reacción.
¿Cómo has conseguido mi número tan rápido?
Le escribo, con los dedos aporreando la pantalla. No puedo evitar que el mensaje suene a reproche, entre enfadada y genuinamente curiosa. Ni siquiera sé cómo es su voz y ya me está escribiendo mensajes directos como si fuésemos amigas de toda la vida.
Su respuesta llega en segundos: un simple emoji. El dedo índice señalando hacia la derecha.
Levanto la mirada con una mala espina formándose en el estómago. Giro la cabeza.
Charlie.
Está sentado justo a su lado, hojeando sus apuntes con aire inocente. Cuando nota que le miro, me lanza una sonrisa medio culpable, medio orgullosa. Como si hubiera hecho un favor. Como si no acabara de traicionarme vilmente.
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