Desperté sobresaltado al escuchar un fuerte grito; sentado sobre mi cama, abrí los ojos lo más que pude; temblaba, hacía mucho frio. No sabía muy bien donde me encontraba; bajé de la cama, saque la cobija y me cubrí con ella hasta que pude vestirme con una abrigada muda de ropa, en verdad hacia mucho frio.
Comenzamos a caminar por el lugar, estaba oscuro, vacío y cubierto por una densa niebla, los arboles sin hojas y el abundante silencio solitario, ayudaron a que este, sea aún más tenebroso. Tenía miedo, mucho miedo, odiaba haber dejado mi adorable cama, pero esa no era mi decisión. Tuve que seguirla por ese extenso camino hasta que por fin llegamos a la entrada. Llegamos a lo que parecía un verdadero cementerio, mi miedo aumentó bruscamente, la piel de gallina me molestaba, mis ojos solo querían estar cerrados, lo que veía no era real. Me dirigí hacia un rincón del sitio y me senté en el helado suelo, solo, temblando… esperando que todo termine para poder irnos de una vez.
Al verme temblando, pasando frio, me tomó de la mano y me arrastró hasta dejarme cerca de esos monstruos, Intenté detenerla, decirle algo, pero no me entendería. Mis lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, algo me dijo pero no pude escuchar qué, ya que mi llanto era lo único que oía. Y allí estaba, demasiado muy cerca de lo que creo yo, eran monstruos sin absolutamente nada en su interior, sus huesos podían verse desde el exterior de su cuerpo, llorando, sintiendo y odiando que me ignore completamente. Al cabo de unos minutos, deje de llorisquear, ya que comprendí que estaba a su lado y que no dejaría que nada me sucediera. Mis lagrimas cesaron pero mis ojos hinchados y mis suspiros, de esos que tienes luego de haber llorado, se notaban demasiado...
Todo estaba mucho mas tranquilo, ella las tenía dominadas en sus asientos, todas le obedecían y yo me sientia mucho mas calmado por su protección “realmente la amo” pensaba. Todo iba bien hasta que se acercó a mí y dijo.
-Ya regreso, debo buscar algo.
Mis ojos se abrieron gigantes, se mantenían quietos, mirando como, con cada paso, abandonaba el lugar. Comencé a temblar otra vez, mi piel no tardo mucho en erizarse, tenía miedo, estaba nervioso. Ni bien la puerta de la sala se cerró, comencé a soltar un leve llanto, acompañados de una larga fila de lágrimas que descendían en línea por mis mejillas. Sí no podía creer lo que veía cuando entré a su lado, como iba a soportar estar aquí totalmente solo. Mis gritos comenzaron a hacerse escuchar, cuando al limpiar mis inundados ojos con mis manos, alcancé a ver que una de ellas se levantó dejando vacio su asiento, seguida de otra y otra. "No-puede-ser" Me dije, aumentando el tono de mi llanto.
La sangre me corría rápidamente por todo mi cuerpo, obviamente, había perdido el frio; mi corazón iba a salirse por mi boca y mi cuerpo temblaba desesperadamente. Me acurruque con todas mis fuerzas, dejando mi cuerpo en posición fetal, como hace unos tres años atrás en mi pequeña pero amada casa que ya no estaba. Mi cabeza se encontraba entre mis rodillas y mi mirada hacia mi ombligo; estaba nervioso, pero más nervioso me ponía no poder ver lo que sucedía, así que levante la mirada y allí estaban... Todas mirándome fijamente. Sus ojos brillantes, sus grandes pómulos, sus altos y delgados cuerpos junto a sus extraños cabellos, me asechaban sin pudor. Un grito desesperado salió desde lo más profundo de mi ser.Mis hombros eran sacudidos y mi nombre fue repetido varias veces, dejé de gritar al ver a mi madre frente a mí, rápidamente y sin pensarlo dos veces, me encogí en un fuerte abrazo en el seno de su cuerpo, sintiendo toda la protección, el amor y la seguridad, que solo una madre te puede dar luego de una horrible pesadilla.
Pasaron un par de horas y todo estaba demasiado bien pero quede paralizado al escuchar la inocente pregunta de mi madre. Simplemente no podía creer lo que escuchaba...-¿Qué te pareció tu primer día en el salón de belleza hijo?
