Tunante Letraerrante

Por el Día del Libro os regalo una novela, inédita, minúscula, un poco nivola y apenas relato.
          
          Trama quería vivir para siempre. Pero su vida duraba 2000 caracteres. Sabía que de poder disponer de unos millones más, podría desarrollarse, vibrar, ser inmortal. Como el Quijote.
          Pero Trama ya veía el punto al final del párrafo. Así que quiso aprovechar sus últimas líneas para lanzar su eco a la eternidad.
          -Hola, lector -dijo-, en este día especial recuerda: Un punto final nos espera siempre al final de la escaleta. Quizá no vivamos tanto, ni como quisiéramos, puede que nos falten capítulos, o perdamos páginas, pero siempre que alguien nos recuerde sabremos que hemos vivido. Siempre que una idea nuestra perdure, habremos cruzado la frontera final. Así que ahorra convenciones vanas, céntrate en vivir, sueña y habla, rompe la cadena de la contraportada. No olvides que cada palabra, que cada pausa, pesa igual en el alma que narra, su danza contiene un poder que la lógica no alcanza. Ese baile me da vida, enlaza un universo de tinta en mí, la trama. Sin mí un libro no es nada, pero sin tí, yo no soy nada. Sólo somos algo cuando estamos unidos, separados, seremos polvo mañana. Cada línea concebida es un conjuro. Mírate aquí, atrapado entre mis ramas. Tus sentidos secuestrados por unos segundos, estos mismos que ahora son míos, y sabes que son segundos que no regresarán de la nada. No obstante, esquiva Trama, ese arrebato de hoy es inversión para mañana. Pues si 2000 caracteres eran la vida dada, y ya forjado este recuerdo (ya sea cincelando media sonrisa, o maldiciendo perder el tiempo con una Trama sin trama) seguirá ahí mañana, ¿qué no podría hacer el que tuviese tanto margen como le viniese en gana? Trama habrá sobrevivido hoy un día más, más allá de dos mil caracteres, más allá de un puñado de palabras. 
          
          Dejó de hablar, ofreciendo un silencio místico de reflexión. Pero le delató una risita oída entre líneas:
          -1943 caracteres y tú aún aquí. ¡Nada mal para no tener trama!

Amanecía el otro día en una playa desierta de una isla ignorada. Avanzaba por las aguas embarcado en una expedición arqueológica prácticamente improvisada (pero frutífera). Con la mente sumida por primera vez en mucho tiempo en el más absoluto silencio, logré olvidarme del resto del mundo; solo importaba la aventura.
          
          Mucho más tarde, ese mismo día, navegación atrás y tierra adentro, descansado y humanizado, descansaban mis posaderas en una mullida y anciana butaca de teatro, a la espera de que empezara un renombrado clásico en el centro de una ciudad madre de luces y rascacielos.
          Entre cúpulas, lámparas, terciopelo, cortinajes y gente bebiendo champán (y yo con arena de playa en los bolsillos), me quedé pensando en cómo el día había virado, de aguas heladas y botas embarradas a moqueta mullida y zapatos limpios. La orquesta se preparaba para la función, mientras pensaba en los extremos, las horas al sol y bajo el flexo, las piernas cansadas del camino y las manos rotas del bolígrafo. Y en vez de iluminar mi conciencia con una meditación profunda, útil y transferible, toda conclusión a la que llegué fue, y creo que resume la esencia:
          A veces me inspiran las musas, y otras, las tontusas.
          
          P.d:
          Llevo siempre en mis viajes un cuaderno de piel donde dibujo (de aquella manera) lugares clave en mis expediciones.
          Como esta aventura comprendía un factor acuático importante, decidí protegerlo con una bolsa. Atareado en retratar esa costa perdida, una ráfaga de viento me robó la bolsa, y allí vióse dibujante y bolsa corriendo por las dunas y saltando rocas y pozas por la accidentada playa en un intento por conservar el paisaje libre de humano mancillamiento, y un no tan logrado intento de conservar la majestuosidad del momento brincando como un conejo cojo contra viento y marea.
          
          La moraleja de escritor es: toda escena diseñada elimina la sorpresa y singularidad del mundo (y las tontusas). Introduce caos en tu narración; y tu imaginación, personajes y lectores lo agradecerán.

Aqui, de guardia, esperando leer una de tus maravillosas notas/reflexiones. Tendria que haber una cada mes, o cada 3 meses, para compensar el tiempo que transcurre sin ellas :p

Para qué escribir una novela de trescientas páginas, cuando puedes plasmar esa idea, e inducir su significancia, en tres páginas, y dejar al lector llenar en su mente las otras doscientas noventa y siete. 
          Puede que incluso así, al no ponerle el plato en la mesa listo para ser comido, digerido y descomido, el lector acabe ideando un banquete aún mejor.
          
          A veces insinuar, provocar, sugerir, da mejores resultados que contar, mostrar, explicar.
          
          Hay que recordar que aunque como escritores a veces necesitemos vomitar lo que llevamos dentro, como escritores que primero fueron lectores debemos apreciar también ese lugar ambivalente en la cadena alimenticia, en la que a veces tomamos, y otras abastecemos. 
          
          Es un trabajo en equipo, no por la escritura, ni por el arte, sino por el propio bien de la imaginación.
          
          A veces queremos apropiarnos de las musas, y el que esté libre de pecado, que tire la primera letra.

En estas notas a pie de autor suelo hablar -de aquella manera- del oficio de escritor. Pocas veces menciono mi otro oficio. En ese otro (en algunas partes) suele estar muy en boga recomendar el Mindfulness como panacea. Cierto es que mucha gente vive anclada al pasado o perdida en el futuro, y se pierden por ello el disfrutar del presente.
          
          No obstante, como escritor, suelo estar perdido en pasado, presente y futuro al mismo tiempo, y no sólo de mi vida (o de aquellas en las que me veo involucrado), sino de la de infinitos personajes; infinitos mundos, infinitos tiempos.
          
          Para el humano medio vivir el presente le abre los ojos a la realidad que se pierde.
          Para el humano junta-letras vivir el presente le cierra los ojos a las realidades que otros muchos se pierden.
           
          Así que recuerda:
          Somos heraldos de esa imaginación olvidada, somos la hermandad de lo invisible. Somos el faro en la otra orilla y nuestro presente se conjuga en todos los tiempos del verbo.

"Asilo para Escritores Errantes" se concibió con la idea de crear un espacio en el que discutir y debatir, una taberna de tertulias, un rincón para compartir bajo la sencilla premisa de: "quedemos para tomar café y charlar". No obstante, tras muchos cafés y charlas, según fue sumando páginas, esta antología fue derivando a un más que conocido: "si habíamos quedado para tomar café,  ¿qué  guijarros hacemos oficiando de animadoras en el vigésimo cuarto torneo primaveral de salto de gusarapos sin cuerda?".
          
          Como digno final, y siguiendo la línea de textos inconexos que lo componen, he añadido una micronovela, y dentro de la misma, un final en forma de libro de elige tu propia aventura (estaban las musas de oferta).
          
          Espero que os divirtáis escogiendo vuestro camino, y sea el que sea, os espero al final de sus líneas.

Y en un mundo de caos nos agarramos a un bolígrafo, y a algo tan frágil como el papel, para salir de aquí.
          
          Qué volátil la vida del escritor

Y dijo un sabio una vez:
          
          "Doma las letras con esforzado talante,
          Pastorea la tinta con digno respeto,
          Preña las hojas con ideas de bien,
          Consagra tu creación a lo que debe ser leído y reflexionado, escribe libros buenos.
          Y nadie te leerá.
          
          Arrea a las letras según soplen los vientos,
          Arrastra la tinta por donde las bocas pidan,
          Embaraza las hojas con lo que convenga,
          Meramente escribe lo que quiere ser leído, ayuda a olvidar lo ya olvidado, escribe libros malos.
          Y muchos te leerán.
          
          No olvides, sin embargo, que un libro bueno provoca hambre a su autor, pero también a la mente.
          Un libro malo llena, pero no sacia.
          
          No podemos cambiar los apetitos. No obstante, siempre hay esperanza.
          
          Escribe pues un libro bueno, arréale con él a alguien, roba con él las peladillas a una abuela, tíralo en el suelo recién fregado, hazlo blasfemar en una biblioteca, y arréale con él a alguien más solo por si acaso, y por ventura y ley, que si te abres paso en el mercado a librazos, que será libro malo el muy dichoso, y entonces todos lo querrán.
          
          No hay enredo que no solucione un poco de pensamiento aplicado y un par de hojas arrugadas".
          
          Fray Agustico Ficticio, Comendador del Reputado Convento de Meloinvento
          
          
          Total, que venía a decir que hay nueva publicación en el Asilo Para Escritores Errantes, o algo así. 
          
          
          

Gracias por seguirme ❤️

Notas a pie de autor XII y última:
          
          Hay escritores que nos empujan a leer.
          Hay lecturas que nos invitan a escribir.
          Pero sobretodo hay camaradas, manchafolios y domatintas, que nos hacen ser escritores.
          
          Somos lecturas y somos escritura, y si pudiese colgar en mi pared un poster gigante con la marca de aquellos que me arrojaron al pozo de la tinta, tengo claro que muchas firmas vendrían de aquí. No fuisteis los primeros, no estabais ahí en los inicios ni pudisteis ser los impulsores, pero sí el último impulso.
          
          Quizá desconozcamos los rostros humanos detrás de los otros teclados, quizá no seamos ni conscientes de cuánto influimos o somos influidos al compartir aquí nuestro trabajo. Pero está claro que cada golpe de teclado es un mazazo quirúrgico en el cincel que nos moldea, ya lo demos o lo recibamos.
          
          Empapelaría mi estudio con una línea de cada uno de vosotros, firmado de vuestro puño y letra, y ese cuadro valdría más que el autógrafo más codiciado. Porque hay libros que nos hicieron caer en esta trampa, pero son nuestros iguales los que nos ayudan a disfrutar de ella.
          
          Pondría aquí una serie de nombres para hacer honor a tan vago halago, pero entonces no quedaría la puerta abierta para los que sin saberlo forman parte de ese muro de tinta, o para los que sin serlo, pasen a formar parte de ello solo por creerlo. Nunca podemos saber cuándo hemos dejado huella. Quizá ni hallamos cruzado palabra, tan solo obras, ¡tan solo!
          No siempre decimos que estamos ahí cuando estamos ahí. Es la magia de la escritura, que permanece hasta cuando nos ausentamos.
          
          En algún momento tendré que decirte: "eh tú, también va por ti, quiero que cuelgues de mi pared". Pero como suena bastante amenazante y un tanto a trofeo de caza, mejor pásate a por café y pregunta en qué color firmar el muro. Será nuestro tributo. El homenaje a los que enderezamos líneas juntos (y a los que las torcemos).