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El tormento de no saber que pasara es, quizá, una de las peores emociones que podremos experimentar como individuos; la incertidumbre de no saber si vivirás el día para contarlo nos carcome en silencio y como un chismorreo constante que siempre escuchamos pero no sabemos de dónde ha provenido.

Cuando Emily duda de su propio destino, tras un par de tormentosos meses bajo el yugo de un deplorable corredor de casa de subastas para los más altos de la élite, súbitamente se ve rodeada de luces cegadoras al ser vendida a un postor, que para su alivio no tiene el más mínimo interés en hacer su vida un infierno sino que simplemente ha decidido gastar una suma altamente graciosa en ella para sacarla del círculo de Dante en el que se encontraba. Adam se presenta ante Emily dejando mucho que desear de su persona, pero conforme los minutos del reloj pasan, se dará cuenta que su estadía en la casona de Adam no es únicamente para salvarse a sí misma.

Adam tiene el perfecto status quo, el cual gusta mantener bajo control y reglamentado, especialmente al ingresar a la casa de subastas de Garden para conseguir a Emily, la cual por su lado, no tiene nada más que el alma rota y una sonrisa que contagia a quién se presente ante ella; pronto ambos se dan cuenta que la situación en la que se han encontrado posiblemente sea el clímax de sus vidas.