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¡OH mi Dios! ¿Que hago ahora? Estaba acorralada, mire hacia los costados, por Dios estaba en un callejón sin salida, había sido un error salir a esta hora de la noche, pero ¿Que podía hacer? Elena necesitaba sus medicinas, no la dejaría sufrir por dolor, uno de los hombres se acercó a mi lo mire asustada, mi espalda choco contra la húmeda pared cuando trate de retroceder lo mas que pude, había sido un día muy lluvioso, por tal motivo no había casi nadie en las calles obscuras de Londres, aferrándome a la pequeña bolsa de plástico que sostenía frente a mi pecho usándola como escudo contra ese sujeto de mirada perversa, podía sentir su horripilante cercanía un olor a tabaco y alcohol, surco por mi nariz, los otros dos hombres se miraron entre ellos, parecía que entendían solo con mirarse. No tardo mucho cuando el sujeto frente a mi me sostuvo del cabello trate de separarme de él y empujarlo pero de un momento a otro estaba siendo sometida, los tres hombres susurraban cosas horribles, cosas inhumanas mientras tocaban todo mi cuerpo rompiendo mi vestido azul, dejándome casi desnuda mientras se desabrochaban rápidamente sus pantalones, grite pidiendo ayuda, solloce pidiendo piedad a los hombres, pero mis ruegos no eran escuchados, nadie los atendía. -¡DIOS PERMITEME MORIR¡- grite con todas mis fuerzas al cielo en un mar de lagrimas. Un horrible rugido retumbo por todo el callejón, los tres hombres ante el sonoro estruendo se colocaron rápidamente de pie alerta expectantes, las nubes que cubrían la hermosa Luna se disiparon permitiendo que su luz iluminara las obscuras sombras dejando a la vista un... Enorme Lobo café, sus ojos negros mostraban una tal furia que congelo mi cuerpo. Furia que no era dirigida a mi, sino a los tres hombres llenos de temor y lo agradecía. Había sido, Salvada por El Lobo.
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