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Por muchísimos años se ha creído que el «nacer en una cuna de oro» va estrechamente relacionado con el nivel de perfección que una persona será capaz de alcanzar. Después de todo, ¿qué miembro de la realeza no se caracterizó, en algún minuto de su vida, por su exuberante belleza? ¿O por los modelos que vestía en su impresionante figura? ¿O por su siempre radiante sonrisa? Sin embargo… ¿es todo como lo pintan en los cuentos de hadas?

Enoch Jussieu es la vívida prueba de que no todo es color de rosa.

Como segundo descendiente de la unión Jussieu-Kirishima, no sólo es el posible heredero del Imperio Kirishima sino que también ostenta a ser el único heredero de las empresas y tierras de la Familia Jussieu. Claro, podría obtener ambas si su estúpida hermana mayor le cediera su parte de la herencia y se limitara a imitar el ejemplo de las mujeres de la Rama Kirishima. Podría obtener ambas si el mundo sigue desconociendo su «sucio» secreto y sus amantes siguen igual de muertos que la última vez que les vio.

Una historia en donde los deseos de poder, la desesperación y la locura van poco a poco consumiendo la vida de quien pudo llegar a ser el más tierno de los príncipes.

Porque la nobleza no es tan inocente como se le ha pintado y, al final del día, lo único que realmente importa es obtener la corona.