Prólogo

Sostener tu mano es de las acciones más comunes que en nuestra simpleza podemos cometer; sin embargo, mi mente vuela y no para de divagar cada vez que siento el tacto de tus dedos entre los míos. Genero un sin fin de pensamientos que me aturden en sentimiento y hasta el día de hoy, confieso, soy incapaz de describir o pronunciar este nuevo sentir.

Vuelo, pues, hasta lo más alto del cielo sintiendo todo lo que está a mi alrededor (que en consciencia sólo eres tú). Con un corazón repleto de felicidad, regocijo y humanidad; siento que vuelo motivado a encontrar aquella divinidad que nuestra mortalidad recuerda.
La mano de una diosa que me hace llegar hasta lo más alto del cielo y que me traslada, con mucha suavidad, a sentir el sol. Y es que realmente creo que tú eres el sol hecho carne y yo soy un humano capaz de hacer nada más que amarte.

Acepta esta introducción, porque tú eres mi sol y esta es mi humilde dedicatoria.