I

¿Conoces la paradoja de Schrödinger? Supongamos esto: en el interior de una caja cerrada hay un gato junto a una partícula radiactiva que tiene un 50% de probabilidades de desintegrarse. Si se desintegra, el gato muere. Hasta que no abramos la caja, no sabremos si el gato estará vivo o muerto; y nuestro sentido común nos hace creer que, antes de abrirla, el resultado ya estará decidido.
Pero hay otra teoría que dice que, en realidad, el gato está tan vivo como muerto antes de que la caja se abra. Y una vez es abierta, es cuando el pobre animal corre su suerte.
Cuando Ana formuló aquella pregunta cargada de connotaciones en mitad de un juego tan inocente, fue como abrir la caja y enfrentarse cara a cara con la realidad. Antes de hacerlo, estaba la seguridad de que nada había ocurrido todavía; de que aún estaba a tiempo de guardarse la verdad para sí.
¿Y si te digo que el gato murió y sobrevivió a la vez? ¿Cómo es posible?
Las dos miradas que se encontraron aquella noche no vieron ni gatos, ni cajas, ni partículas. Tan solo eso: se encontraron. Y fue como conectar dos cables y hacer saltar una chispa de luz que lo iluminó todo. Que explicó cualquier cosa que ambas necesitaran saber.
A partir de aquel momento sucedieron dos cosas:
La primera, Ana fue nombrada oficialmente la bollera de la clase.
Y la segunda: empezó una nueva (y por qué no decirlo, también hermosa, convulsa) amistad.

[La imagen de la portada pertenece a Sirastock. El contenido de la obra es enteramente mío. Bueno, y de Andy.]