Epígrafe

Tras ser señalada como bruja, Milla es condenada a la horca y su cuerpo es desechado en el caudal del río como castigo por sus actos de herejía. Sin embargo, la muerte no llega, y despierta a las orillas del cauce solo con vagos recuerdos de todo lo sucedido. Ahí es recogida por una extraña mujer que asegura dos cosas: saber quién es y que, por alguna razón, se le ha sido dada una segunda oportunidad.

A partir de ese instante, Milla se sumerge en una vorágine de maldad genuina, en la que halla bienestar mediante el daño a los demás, descubre su sexualidad, ahonda en la perversidad que ahora le atañe y se deja llevar por el deseo vengativo de acabar con todos aquellos que alguna vez le dieron la espalda.

No obstante, los pocos recuerdos que aún vagan en su mente la acechan, y le harán trastabillar en una duda acerca del bien y el mal, orillándola a un cúmulo de consecuencias que la pondrán al borde de perderlo absolutamente todo.