Dos aspirinas y una ducha fría

Noa Mackenzie tiene 17 años, está en su último curso y siempre dice lo que piensa. Siempre, menos cuando decidió no contarle a su mejor amigo que está enamorada de él desde el día en que se conocieron. Ocultar la verdad nunca trae cosas buenas, aunque finjas que esos sentimientos no existan, los arrugues en una bolita y los metas en el fondo del armario, debajo de los jerséis que pican. Y aunque intentes ahogar esos sentimientos en alcohol, nada sirve. Todo acaba saliendo a la luz, tarde o temprano, y cuánto más tarde sea peor, porque los sentimientos se escaparán del armario con tal fuerza, que ni Noa Mackenzie con todo lo cabezota que es, podrá volver a dejar su armario como estaba antes de este lío en el que está a punto de meterse de cabeza.