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Todos sabemos que los puentes no son buenos lugares para estar triste. Pero unos lo saben mejor que otros.
Dani no recuerda nada de la noche en que su mejor amigo desapareció. Estuvieron mucho tiempo buscándolo, pero, siete meses después, ya se han quedado sin esperanzas y sobre todo sin saber dónde buscar.
Pero a veces basta con un pequeño empujón para hacernos caer de nuevo al abismo. Esta vez se trata de unas palabras grabadas con una llave en un pupitre del instituto, suficientes para que el recuerdo de Miguel, y de la última vez que se vieron, cobren la fuerza necesaria para retomar la búsqueda... por cuenta propia.

[Historia finalista del concurso "Celebremos la diversidad" de bluecateditorial. Y no compré a ningún juez, lo juro.]