Su primera misión como Pilar de la Flama lo había llevado hasta un lugar recóndito. Pero no era el demonio que debía cazar o el aura de misterio que circundaba ahí lo que atrapó por completo su interés. Lo que lo había cautivado sin siquiera darse cuenta de ello, fue la persona que conoció allí y que le hizo creer que el destino de verdad existe. Que nada es coincidencia.

Los días libres no tendrían por qué ser sinónimo de algo desagradable. Sin embargo, para Abuto, esas dos palabras poseían una connotación completamente diferente. ¿Y es que, qué podría ser peor que enfrentarse a los adversarios más peligrosos en horas no laborables sin recibir paga alguna? Tal vez hacerse cargo de los hijos de su estúpido almirante sin no morir en el intento.

Han empezado a aparecer notas para Todoroki. «¿Una admiradora secreta?» •Todoroki x Lectora. •Esta será una historia corta, mediante notas y en algún momento, una narración breve. Los personajes de BNHA no me pertenecen. Crédito de la imágen a su respectivo autor.

Él era como la oscura noche que ansiaba devorarlo todo mientras que ella era como la pálida luna que inútilmente intentaba iluminarlo todo con su endeble luz. Ella era el concepto mismo de debilidad y todo lo que señalaba como innecesario. Él representaba todo lo que odiaba y de lo que deseaba escapar. Eran irónicamente lo que inconscientemente no deseaban llegar a amar.

Ella lo amaba, tal vez más de lo que debería, tal vez más de lo que la cordura podría permitirle. Y por eso, ella aguardaba su regreso, ansiando que sus miradas volvieran a encontrarse. Pero, ¿qué es lo que hallaría reflejado en esas celestes pupilas cuando el destino decidiera ponerlos en el mismo camino una vez más?

Para Kamui, cualquier misión por difícil que pareciera, terminaba convirtiéndose en pan comido gracias a su fuerza y habilidades. ¿Pero sucedería lo mismo si se trataba de hallar un regalo entre un mundo entero de opciones? ¿Es que podría lidiar con algo tan cotidiano?

Celebrar su cumpleaños no tenía demasiado sentido para él. Le resultaba aburrido y en cierta manera, incensario. Lo único bueno de todo ello era la cantidad casi infinita de comida que tenía a su disposición. Así fue hasta que llegó la hora de partir el pastel.